La Maleta Roja, empresa dedicada a esta modalidad de negocio, nació en Uruguay, tiene franquicias para El Salvador y Puerto Rico, y abrirán pronto en Bolivia y Panamá.
Un grupo de mujeres de entre 17 y 58 años se reúne en la casa de una de ellas en Montevideo (Uruguay). Dos asesoras abren su maleta roja, sacan lencería erótica, aceites, vibradores y logran distender el ambiente con una propuesta que trajeron de Europa y que quieren expandir al resto de la región.
A partir de ese momento los juguetes eróticos comienzan a pasar de mano en mano, del más discreto al más explícito, mientras las asistentes escuchan con atención las ideas sobre cómo involucrar a la pareja en su uso.
La Maleta Roja se vale del formato de venta directa usado en general con productos de cocina o cosméticos, para dar a conocer juguetes eróticos pensados para la mujer. Algunos incluso se pueden camuflar sin despertar sospechas, como una aparentemente inocua esponja de baño... que vibra.
También un aceite para masajes -comestible- con sabor a chocolate parece tener éxito.
Las asesoras o "maleteras" son Nicole Komin y Gabriela Pérez, dos especialistas en mercadeo que desde noviembre dirigen en Uruguay La Maleta Roja y están encargadas de su expansión en Centro y Suramérica a través de franquicias.
La empresa matriz, fundada en el 2005 en España, afirma haber facturado en 2009 unos 3 millones de dólares y está presente en Portugal, Italia, Andorra y México. Desde Uruguay, Komin y Pérez ya vendieron las franquicias para El Salvador y Puerto Rico, y abrirán pronto en Bolivia y Panamá.
La elección de un mercado pequeño como el uruguayo, de 3.4 millones de habitantes, para la sede latinoamericana "permite cometer errores sin matar a la marca y que no tenga mayor repercusión", explica Komin.
Además, según Pérez, la "faceta conservadora" de los uruguayos influye en la elección. "Uruguay se puede tomar como espejo del resto de las sociedades conservadoras de Latinoamérica", afirma.
Para la sexóloga María Luisa Banfi, la mujer en los países de la región está "liberándose despaciosamente" y aprendiendo a explorar su propia sensualidad, en un proceso que vendría de la mano de la globalización.
Un grupo de mujeres de entre 17 y 58 años se reúne en la casa de una de ellas en Montevideo (Uruguay). Dos asesoras abren su maleta roja, sacan lencería erótica, aceites, vibradores y logran distender el ambiente con una propuesta que trajeron de Europa y que quieren expandir al resto de la región.
A partir de ese momento los juguetes eróticos comienzan a pasar de mano en mano, del más discreto al más explícito, mientras las asistentes escuchan con atención las ideas sobre cómo involucrar a la pareja en su uso.
La Maleta Roja se vale del formato de venta directa usado en general con productos de cocina o cosméticos, para dar a conocer juguetes eróticos pensados para la mujer. Algunos incluso se pueden camuflar sin despertar sospechas, como una aparentemente inocua esponja de baño... que vibra.
También un aceite para masajes -comestible- con sabor a chocolate parece tener éxito.
Las asesoras o "maleteras" son Nicole Komin y Gabriela Pérez, dos especialistas en mercadeo que desde noviembre dirigen en Uruguay La Maleta Roja y están encargadas de su expansión en Centro y Suramérica a través de franquicias.
La empresa matriz, fundada en el 2005 en España, afirma haber facturado en 2009 unos 3 millones de dólares y está presente en Portugal, Italia, Andorra y México. Desde Uruguay, Komin y Pérez ya vendieron las franquicias para El Salvador y Puerto Rico, y abrirán pronto en Bolivia y Panamá.
La elección de un mercado pequeño como el uruguayo, de 3.4 millones de habitantes, para la sede latinoamericana "permite cometer errores sin matar a la marca y que no tenga mayor repercusión", explica Komin.
Además, según Pérez, la "faceta conservadora" de los uruguayos influye en la elección. "Uruguay se puede tomar como espejo del resto de las sociedades conservadoras de Latinoamérica", afirma.
Para la sexóloga María Luisa Banfi, la mujer en los países de la región está "liberándose despaciosamente" y aprendiendo a explorar su propia sensualidad, en un proceso que vendría de la mano de la globalización.