No existe semejante cosa como una “buena” película basada en un videojuego. “Mediocres”, sí. “Pésimas”, casi todas. “Pasables”… quizás, si el que las ve es fanático del material original. Pero lo cierto es que las adaptaciones del medio virtual al cinematográfico nunca han sido exitosas ni mucho menos aclamadas por el público.
¿Por qué? Pues porque sencillamente son medios completamente diferentes, aunque ambos se inspiran mutuamente. Tron (1982), WarGames (1983) y Avalon (2001) son tres filmes -de entre muy pocos- que han basado sus tramas alrededor de los videojuegos de manera satisfactoria, mientras que Dragon’s Lair, Out of this World, Metal Gear Solid, Uncharted, Call of Duty 4, Mass Effect y Heavy Rain son sólo algunos ejemplos de videojuegos que han ofrecido experiencias verdaderamente cinemáticas.
Curiosamente, excelentes videojuegos han salido de películas, como Knights of the Old Republic (basado en la saga de Star Wars), Goldeneye (inspirado en la cinta homónima de “James Bond”) y Chronicles of Riddick: Escape from Butcher Bay que sirvió de precuela a Chronicles of Riddick (2004). Sin embargo, lo mismo jamás ha funcionado a la inversa.
Jugar un videojuego es una experiencia activa. La persona está en control de la acción, muchas veces dicta el flujo de la trama y toma decisiones que alteran el destino de los personajes. Por el contrario, ver un filme –por más que el director logre involucrarte en la trama- es una acción pasiva donde todo lo que ocurre en pantalla está circunscrito a la visión de los cineastas. Y cuando esa visión está basada en historias que nunca fueron concebidas con el cine en mente, los problemas comienzan a surgir.
De los pixeles al celuloide
El primer personaje de un videojuego en aparecer en un filme de Hollywood es también uno de los más famosos: “Super Mario”. Tras convertirse en una sensación en 1986 en la consola de Nintendo, a alguien se le ocurrió que sería una buena idea llevar a la pantalla grande la historia de un dúo de plomeros italianos que comen hongos para crecer en tamaño y rescatar a una princesa de las garras de una tortuga gigante que escupe bolas de fuego. ¿A caso no suena como un éxito seguro?
La película Super Mario Bros. (1993) -protagonizada por Bob Hoskins y John Leguizamo como “Mario” y “Luigi” y Dennis Hopper como “King Koopa”- fue un rotundo fracaso. La cinta no sólo tenía poco que ver con el material original sino que además cambió el ambiente colorido y familiar del juego por un mucho más sombrío. Afortunadamente, “Super Mario” sobrevivió este desastre y hoy sus videojuegos continúan siendo inmensamente populares.
Hollywood no aprendió de esa y dirigió su mirada a los videojuegos de combate y pelea que -casi siempre- carecen de historias. El punto de ellos es sencillamente luchar contra varios oponentes… y ya. O sea, que los guionistas tienen que inventarse una trama. Es por ello que tenemos cintas como Double Dragon (1994), que no recaudo más que $2 millones en taquilla; Street Fighter (1994), la cual sólo es recordada por contar –lamentablemente- con el último trabajo del excelente actor puertorriqueño Raúl Juliá; y Mortal Kombat (1995) que, aunque dentro de las peores es de las mejorcitas, la canción electrónica que sirvió de tema musical fue más popular que el propio filme.
Los japoneses, sin embargo, sí lograron crear para la misma fecha entretenidas películas animadas basadas en juegos de pelea, quizás porque ellos mismos fueron quienes los diseñaron. Fatal Fury: The Motion Picture (1994) y Street Figher II: The Movie no serán estupendas, pero al menos van a tono con la simple trama de los juegos y ofrecen espectaculares secuencias de combate, algo que la abominable Street Fighter: The Legend of Chun-Li (2009), de 20th Century Fox, no tuvo ni en ínfimas cantidades.
Los desastres cinematográficos continuaron en 1999 con Wing Commander, basada en una popular serie de videojuegos espaciales que fue aniquilada por la crítica. Angelina Jolie, con su gran parecido físico al personaje “Lara Croft” de la serie Tomb Raider, habrá sido la actriz perfecta para encarnarla cinematográficamente, pero la cinta Lara Croft: Tomb Raider (2001) tampoco contó con el visto bueno de los críticos, aunque sí recaudo suficiente dinero como para ameritar una secuela en el 2003.
En el 2001, la clase actoral de Hollywood tembló ante la amenaza que presentaba la semejanza humana de los personajes de Final Fantasy: The Spirits Within, película que poco tuvo que ver con la famosísima serie de videojuegos que lleva su nombre. Para fortuna de todos los actores, el filme fracasó en la taquilla, por lo que sus trabajos están seguros por el momento. Los japoneses, por su parte, produjeron en el 2005 Final Fantasy VII: Advent Children -secuela fílmica al clásico juego Final Fantasy VII- cuya trama es tan densa que sólo es comprensible por los fanáticos que jugaron las más de 60 horas que toma completar el videojuego.